Aún recuerdo felizmente cuando me ponía ante el ambón para dirigirme por primera vez a ustedes hace casi cinco años. Son muchas las vivencias que han pasado, muchos recuerdos, caras que ya no se encuentran hoy aquí, el trabajo desarrollado y la satisfacción del deber cumplido.

Pero, como es natural, una hermandad es un camino de seguimiento a Dios, y, por ello, nunca tiene fin. Son muchos los pasos dados, pero muchos los que quedan por dar. Por ello, he vuelto a presentarme al cargo de Hermano Mayor, con la única esperanza de seguir creciendo en la fe, no sólo personal, sino de toda esta comunidad cristiana.

En primer lugar, quiero expresar públicamente mi agradecimiento a los miembros de la Junta que dejan su cargo. Quiero dejar muy claro que, absolutamente todo lo realizado hasta ahora, ha sido siempre de buena fe, luchando por el mantenimiento y el engrandecimiento del culto a Dios, nuestro Señor, y a su Bendita Madre. Lógicamente, habremos acertado y habremos errado mil veces, pero nunca, téngalo por seguro, se ha actuado con maldad.

Dicho esto, comienza una nueva etapa. Reitero mi agradecimiento a todos aquellos hermanos que han depositado su confianza en esta nueva Junta de Gobierno. Cuatro años por delante para seguir creciendo en Hermandad y lograr el cumplimiento de todos sus fines. Mantengo la ilusión intacta, a pesar de todas las piedras encontradas en el camino, incluso antes de la primera toma de posesión en 2015. El por qué es muy sencillo: si estuviera por rivalidad, después de haberme sentido pisoteado, hubiera tirado la toalla. Si estuviera por vanagloria, después de haberme herido el orgullo mil veces, hubiera decidido no seguir. Si estoy aquí, es porque quiero seguir trabajando, con humildad, no sólo para los titulares, sino para este pueblo cristiano. Por ello, extiendo un lienzo blanco en el que podamos trazar un camino todos juntos.

Por ello, estoy seguro de que, con nuestro nuevo párroco D. Manuel, tendré el apoyo necesario no sólo para mejorar el culto, sino la caridad y la formación, que son más imprescindibles que nunca para entender nuestra realidad como cristianos de hoy.

Antes de concluir, no quisiera hacerlo sin dejar clara una cuestión: he decidido presentarme y vuelvo a ostentar este cargo con mucha alegría y responsabilidad, pero a él, por suerte o por desgracia, le dedico mi tiempo libre. No es mi profesión, ni cobro por ello. Con esto no quiero decir que no tenga tiempo, ni hacer realidad aquella frase que dice: “Manolete, Manolete…”, sino que pido expresamente dos valores: paciencia y compresión, sobre todo si no se ha hecho una cosa a su tiempo, o, por poner un ejemplo, servidor se tiene que subir al camarín mientras se reza el rosario. Somos humanos, y por ello, les aseguro que si lo hago –lo hacemos- en ese momento es porque no ha habido otra opción.

Le vuelvo a pedir a Nuestro Señor, presente en el Santísimo Sacramento del Altar, y su bendita Madre, nuestra Patrona, María Santísima de la Estrella Coronada, que nos guíen a tomar las decisiones correctas, siempre por el bien de esta Hermandad, a mayor gloria suya; y a ustedes, que os colmen de bendiciones y os protejan por siempre. Así sea.

¡VIVA JESÚS SACRAMENTADO!

¡VIVA LA VIRGEN DE LA ESTRELLA!