Santísimo Sacramento del Altar

Dada la particularidad del carácter Sacramental de esta Hermandad, el primer motivo, y, por tanto, el primer titular de la misma debe ser el Santísimo Sacramento del Altar. No es, ni más ni menos, que la presencia del mismo Jesús entre nosotros. Como dijo San Juan Pablo II, es «misterio de fe, prenda de esperanza y fuente de caridad con Dios y entre los hombres».

En el Concilio Vaticano II, se nos manifestaba de una manera muy clara, que la Sagrada Eucaristía «es el don más grande que el Señor ha ofrecido a su Esposa, la Iglesia permanente (…). Es compendio de las palabras, vida y obra de Jesús, ofrecida al Padre por nosotros (…). Es gloria de su Cuerpo Resucitado (…). Es fuente, centro y culmen de la vida cristiana».

Por eso, como manifiesta el Régimen de Reglamento Interno de nuestra Hermandad, si bien es la Parroquia, representada en la figura del Párroco, la que se encarga a lo largo del año del cuidado de la Sagrada Forma y de tener en depósito las custodias, ya que son de su propiedad, la Hermandad, representada en sus hermanos, debe acudir regularmente a la Exposición Mayor de Su Divina Majestad cada jueves que se realice, así como encargarse del cuidado y decoro del altar del Sagrario. El lugar donde esté reservado el Santísimo Sacramento debe ser fácilmente reconocible y expuesto de la manera más digna posible en la parroquia. Asimismo, es tarea de la Hermandad la preparación de todos los detalles que rodean los cultos al Santísimo Corpus Christi en el día de su Solemnidad, con la celebración de un Triduo Eucarístico previo, para lo cual se podrá disponer de un altar efímero, con objeto de darle mayor solemnidad.

Ya lo dijo también San Manuel González García: «Pido ser enterrado junto a un sagrario, para que mis huesos, después de muerto, como mi lengua y mi pluma en vida, estén siempre diciendo a los pasen: ¡Ahí está Jesús! ¡Ahí está! ¡No dejadlo abandonado!»

En palabras del Santo Padre Francisco en la homilía del Corpus de 2013, «el Señor distribuye para nosotros el pan que es su cuerpo, se hace don. Y también nosotros experimentamos la solidaridad de Dios con el hombre, una solidaridad que no se acaba jamás, una solidaridad que nunca termina de sorprendernos: Dios se hace cercano a nosotros, en el sacrificio de la Cruz se abaja entrando en la oscuridad de la muerte para darnos su vida, que vence el mal, el egoísmo, la muerte.
También esta tarde Jesús se dona a nosotros en la Eucaristía, comparte nuestro mismo camino, es más se hace alimento, el verdadero alimento que sostiene nuestra vida en los momentos en los que el camino se hace duro, los obstáculos frenan nuestros pasos. Y en la Eucaristía el Señor nos hace recorrer su camino, aquel del servicio, del compartir, del donarse, y lo poco que tenemos, lo poco que somos, si es compartido, se convierte en riqueza, porque es la potencia de Dios, que es la potencia del amor que desciende sobre nuestra pobreza para transformarla.

Esta tarde entonces preguntémonos, adorando a Cristo presente realmente en la Eucaristía: ¿me dejo transformar por Él? ¿Dejo que el Señor que se dona a mí, me guíe para salir cada vez más de mi pequeño espacio y no tener miedo de donar, de compartir, de amarlo a Él y a los demás? Seguimiento, comunión, compartir. Oremos para que la participación a la Eucaristía nos provoque siempre: a seguir al Señor cada día, a ser instrumentos de comunión, a compartir con Él y con nuestro prójimo aquello que somos. Entonces nuestra existencia será verdaderamente fecunda. Amen».

El Día del Corpus constituye uno de los días grandes, amén de la Fiesta de su Patrona, para la localidad. Es curiosa la colocación de los altares, llamados ‘cordeles’, delimitando el recorrido por donde pasa S. D. M. En esta procesión eucarística participan todos los estamentos eclesiásticos y civiles de Chucena.

También es peculiar la procesión sacramental del Domingo de Resurrección, tras la Misa de Alba. Qué mejor que celebrar que Dios volvió a la vida con su presencia real por nuestras calles.